Para: Intertextuales por invitación
Quinto tema: La Changuería
Autor: Peter M. Shepard-Rivas
COOL (ANT)ICS
Marcos
pausa con la llave dentro de la cerradura. Detesta el momento de regresar a la
casa. Respira profundo. Adentro, Priscila mira fijamente la puerta. Presiente
la hesitación de su esposo. Su cara es una máscara de desdén y reproche. Escucha
cuando gira la llave y mientras la puerta se abre lentamente se acomoda en la
butaca y disimula que ojea una revista. Marcos entra con paso de condenado a la
silla eléctrica. Ella ignora lo evidente, ilumina sus ojos, amplía su sonrisa y
envuelta en perfume, maquillaje y laca de pelo se levanta para recibirlo
cálidamente.
— Y ¿Cómo esta mi papito bello y mimado? — le pregunta haciendo pucheritos con los labios
y con voz de nenita caprichosa. — ¿Esta cansadito mi pupuchito?
—
Si muy cansado — le contesta, besándola en la frente, evadiendo la mueca de la
boca que más bien le recuerda el culo de una gallina.
— ¿Sera que mi bebecito quiere un masajito en la espaldita? Tu esposita cariñosita te
complace en todo lo que quieres.
Priscila
se le recuesta de la espalda y ronroneando comienza a darle palmaditas en los
hombros. Marcos siente un buche de vomito subirle al esófago. Lleva varios días
sintiéndose indispuesto y no sabe si es una reacción a las ñoñerías ya
insoportables de su esposa o la mala dieta a que lo tiene acostumbrado.
Separándose de ella le comenta que necesita darse una ducha y se marcha a la
habitación. De camino la escucha informarle que terminará de preparar la cena.
Encerrado en el baño y con el agua cayendo sobre su cuerpo se pregunta cómo en
algún momento las changuerías de su mujer le parecieron románticas. Ahora no
las soportaba. Era como vivir contantemente en un fairy tale mal redactado. El buche de vomito le sube de
nuevo a la boca y se encorva debido a un fuerte dolor estomacal.
Tan
pronto la puerta del baño se cierra, la máscara de
desdén y reproche regresa a la cara de Priscila. Ya conocía muy bien a los
hombres, piensa. Sus otros dos maridos habían hecho lo mismo. Muy contentos con
sus mimos al principio y después desafecto total. Y tan apapachada y apegada
que siempre era. En la cocina destapa la olla de las habichuelas, se inclina y
busca bajo el gabinete el ingrediente especial que últimamente le estaba
añadiendo a la comida de Marcos. Mientras menea la salsa espesa dentro de la olla,
le vierte un líquido verdoso de un envase de plástico. Como un regalito a su
papacito, decidió aumentar la medida del líquido. Sabe que Marcos pronto la
abandonará, como lo hicieron sus otros dos maridos. Zapateando en el piso
volvió a hacer pucheros recordando que con el tiempo los tres fueron resintiendo
sus chulerías. Los tres llegaron a rechazarla repetidas veces advirtiéndole que
se dejara de changuerías. Terminó de menear las habichuelas, vertió tres
grandes cucharones sobre el arroz blanco servido en el plato y le añadió una
chuleta a la parilla que le había cocinado. Ese era su signature
dish de esposa despechada. Lo colocó sobre la mesa
con una copa de vino tinto. Iluminando sus ojos, ampliando su sonrisa y
envuelta en perfume, maquillaje y laca de pelo, Priscila, ronroneando llamó a
Marcos.
— ¿Ya termino mi maridito papacito de mi corazoncito? Tu esposita
queridita te preparó con amor una rica comidita que está servida calientita sobre
la mesa — le dice
restregándose sobre la puerta del baño, mientras piensa en cual será el
diseñador de su próximo ajuar de funeral.