miércoles, 8 de agosto de 2012

Fr(p)uto Verde

Para: Intertextuales por invitación
Primer tema: La Obsesión
Autor: Peter M. Shepard-Rivas


Fr(p)uto Verde



                Marta se despertó bañada en sudor. Llevaba semanas durmiendo intranquila desde que se fijó bien en el puesto de frutas y vegetales número 4 de la Plaza del Mercado. Meses pasando por allí de regreso del trabajo hasta que se percató de él. Recientemente se detenía a “mirar” los productos. El display de formas y colores la entretenían mientras que de reojo buscaba el objeto de su interés. Chequeaba las frutas mientras sentía que las palpitaciones de su corazón iban aumentando. No se cuan disimulada era su gesta pues le parecía que el placero había comenzado a mirarla con intriga. Cuando agarraba los plátanos tragaba fuerte. Buscaba los más firmes y grandes hasta encontrar el elegido y comprarlo. El placero le empacaba el plátano y sentía que la miraba lujuriosamente. Su sonrisa arrogante la ponía nerviosa.
            – ¡Grande! ¡Buen provecho! – decía al entregarle la bolsa.
            Marta se sonrojaba. Sabía que el pensamiento sucio detrás del sarcasmo era indignante. Debía comprar en otro puesto, pero ya había chequeado y no había visto en los otros plátanos tan firmes y grandes como en el número 4. Exacto para su dosis diaria. Por eso desistió de poner una querella en la administración. Además, no sabía si le creerían. La única evidencia que tenía era su percepción de acoso que la hacía sentirse incómoda.
            Terminando su café antes de salir a la oficina Marta decidió que no podía seguir permitiendo esa sensación desagradable. Mirando la cáscara del plátano tirada en el zafacón decidió que debía sobreponerse a esta obsesión diaria que había desarrollado. Decidió que no le estaba haciendo bien a su cuerpo.
            Marcos se limpiaba el semen pegado en los pelos de su barriga con el agua tibia de la ducha mañanera. Se enjabonaba imaginando a la chica de los plátanos jugando con sus bolas. Nunca le había pasado eso con una clienta. De hecho, con ninguna mujer. No sabía si era de la forma con que cogía los plátanos para chequearlos, o como su respiración se entrecortaba cuando encontraba el elegido del día. Llevaba semanas parando en su puesto y mirándolo de reojo. Estaba seguro que quería seducirlo. Claro que sus lindos labios aumentaban su deseo. Sentía un corrientazo cada vez que sus manos se rozaban. Lo dejaba tan excitado que luego que ella se marchaba se iba al baño a masturbarse. Ahora llevaba días soñando con imágenes de ella jugando con el plátano, sintiendo placer intenso de todas formas y lugares posibles. Tenía que hacerla suya. Decidido a que esa tarde le daría la oportunidad de probar el plátano que de verdad deseaba, se podó los pelos del pene y se puso su mejor calzoncillo.
            A las 4:30 pm ya Marcos tenía todo dispuesto. Había guardado los plátanos verdes en el almacén y dejado solo los maduros en el mostrador. Vio a la chica acercándose. Estaba transpirando y con una erección fuertísima. En par de minutos pondría su estrategia a funcionar.
            Marta caminaba nerviosa. Pensaba que debía pasar de largo y no parar en el puesto. Presentía que algo estaba por suceder. Pero la necesidad de conseguir el plátano era más fuerte. Miró los puestos anteriores y comprobó lo que ya sabía, tenía que llegar al número 4 a escoger el mejor. Cuando se paro frente al mostrador y vio solo plátanos maduros se decepcionó. Marcos notó su frustración y puso su plan en marcha. Le preguntó si estaba buscando plátanos verdes a lo cual ella asintió. Le indicó que verificaría si le quedaban en el almacén. La llamó desde allá atrás para que pasara a escoger el que le gustara. Le dijo que allí encontraría el más grande y firme. Marta dudo en pasar al almacén. Se sintió vulnerable y débil, pero la obsesión pudo más. Cuando apartó las cortinas de la trastienda, allí estaba recostado sobre unas cajas.
             ¿Así de grande y de duro es que te gusta? –  le pregunto Marcos, con sus pantalones y calzoncillos en el piso mientras que con una mano se agarraba su erecto falo y con la otra le hacía señales para que se acercara.
            – Sí, así de grande y duro. ¿Puedo tomarte unas fotos para verlas luego en casa? – le dijo coquetamente mientras sacaba su celular.
            Marcos accedió celebrando su buena suerte. Finalmente estaba seguro de su conquista. Marta le tomó varias fotos mientras él le posaba de varios ángulos. Satisfecha de tener pruebas suficientes guardo su celular en la cartera. Miró con disgusto los ramos de plátanos donde Marcos tenía posadas sus nalgas. Sintió al verlos en contacto con su culo y entre sus piernas que su obsesión con el fruto se desvanecía. Nunca volvería desear un en su vida.   
            – Explícame – le dijo. – Ya que me lo ofreces, después que te lo pique; ¿cómo carajo se supone que haga mofongo con eso?

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