jueves, 16 de agosto de 2012

La compensación


Para: Intertextuales por invitación
Segundo tema:
Cosas encontradas en los bolsillos

Autor: Peter M. Shepard-Rivas

            Por favor, dame mi dinero dijo Erick tomándose el jugo de china.

            El desgraciado llevaba una hora dándole vuelta al asunto. Había echado a lavar su ropa y lo tenía sentado desnudo en el comedor hablando estupideces. Definitivamente estaba dándole largas al asunto. Total con el lujo en que vivía debían ser unos trapos de pesos lo que había acordado pagarle la noche anterior.

            ¿Quieres algo más de comer? le ofreció.
            Solo quiero lo que me debes. Me tengo que ir.
            Es que no tengo dinero conmigo confesó.

            Erick colocó el vaso en la mesa y lentamente se levantó. Sentía el coraje subiéndole por los pies. No con el pargo, sino con el mismo. La noche anterior, cuando el tipo se detuvo en la esquina de la plaza y lo llamó, su amigo le advirtió. El tipo tenía fama de no pagar después del sexo. Pero el Lexus que guiaba lo deslumbró. Tampoco el individuo se veía mal. Vivía en un condominio de lujo y ya en el apartamento lo hizo sentirse muy bien. Le dio un tour por las habitaciones explicándole los diversos artículos y colecciones de cosas adquiridas en otros países. Lo invitó a que se diera una ducha. Se quitó su ropa casi en harapos y se metió en la bañera que parecía una pequeña piscina. El agua cayendo sobre su cuerpo le limpió el sucio de días viviendo en la calle sin bañarse. El hombre se metió con él y le restregó suavemente todo su cuerpo con algo que él llamó una luffa. Y la espuma que formaba el gel con un rico olor lo había revitalizado. Luego de ambos asearse lo llevó al cuarto y continuaron con el foreplay. Se dejó llevar y él le ofreció más dinero para poseerlo. La cantidad era considerable y Erick, rompiendo su más importante regla, permitió ser penetrado. Entre el vaivén de los cuerpos en cópula y las caricias se abandonó al susurro de la voz del hombre que le hablaba de deseos y de  promesas. Lo disfrutó. Genuinamente se sintió deseado y lo disfrutó. Eyaculó, lo cual rara vez hacía con un cliente y sintió como sus ojos se cerraban por el cansancio. Mientras perdía su conciencia se preguntaba porque un chico tan guapo y que parecía tenerlo todo pagaba por sexo. Coqueteó con la idea de que el hombre realmente se sintiera atraído hacia él. Esa noche soñó con una oportunidad. Con una persona que le brindaba la posibilidad de salir de las calles, de irse muy lejos del mundo en que existía. Se vio en un avión, en primera clase. Visitando ciudades maravillosas. Un espíritu le susurraba sobre una nueva vida.

            El olor a tocineta y la luz del sol lo habían despertado. En la mañana la cosa había sido diferente. Rápidamente sintió un cambio en el ambiente. La calidez de la noche anterior fue reemplazada por un frío insufrible. Aunque intentaba ser cordial, el pargo se proyectaba alejado, prepotente, algo insolente. Ahora se negaba a pagar y esta negativa de cumplir con lo acordado tenía a Erick muy molesto.

            Vamos, dame lo que acordamos para irme.
            ¿Te parece que necesito pagar por sexo? Mejores machos que tú me suplican que los lleve a la cama de gratis. Pero disfruto trayéndome a putitos ingenuos como tú. le contestó con desdén.  Confórmate con haber tenido un techo y comida.

            El chico sintió una gran necesidad de marcharse. Miró alrededor a ver que podía robarse. Había muchas cosas valiosas fáciles de llevarse. Recordó las prendas de oro que el pargo dejó sobre la mesa de noche. Miró el cuchillo colocado sobre el plato del desayuno terminado. Sintió nauseas.  

            Dame la ropa que me voy dijo.
            Esta todavía mojada. Selecciona algo de esta ropa que la iba a donar le ofreció señalando una montaña de ropaje descartado que tenía tirado en el piso.

            Erick se sintió tan vulnerable como desnudo estaba su cuerpo. Decidió que su dignidad valía más que unos cuantos dólares y se vistió con unos pantalones algo grandes y una camisa que seleccionó del paquete de ropa y que al menos estaban en mejor estado que los trapos con los que había llegado. Cogió la bolsa con la ropa mojada que el pargo le entregaba y dándole una mirada de lastima se marchó.  Se dirigió hasta la parada de guagua más cercana y en el camino pidió unas pesetas para poder abordarla. El desespero se estaba apoderando de su cuerpo. Estaba a punto de necesitar una cura. La pierna derecha comenzó a moverse sin control. Sintió un bulto rozándole el muslo y chocando con su escroto. Incómodo, se metió la mano en el bolsillo del pantalón. Saco un paquete enrolladlo con un rubber band. Lo desenrolló. Erick abrió los ojos sorprendido, entonces comenzó a reír descontroladamente.

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