Para: Intertextuales por invitación
Séptimo tema: Historias desde el Sex Shop.
Autor: Peter M. Shepard-Rivas
Séptimo tema: Historias desde el Sex Shop.
Autor: Peter M. Shepard-Rivas
El Machote
Al escuchar el sonido de la campana de la
puerta volteé a ver quien entraba. Desde la caja registradora mantenía vigilado
todo el Sex Shop. Ya era casi las dos
de la mañana, hora de cerrar, y lo menos que quería era un cliente que viniera
a novelerear. A veces los sábados, de madrugada, los que no habían conseguido
nada para chingar en otros sitios, venían a buscar películas porno o a ver si
se les daba algo con las sobras que entraban a la tienda. Quien entro fue una
chica alta, elegante que nunca había visto. Algo raro porque casi nunca
llegaban muchas mujeres al Sex Shop,
y menos a esa hora. Volvió a sonar la campana y entraron dos twinkas regulares del negocio. Me sentí
desilusionado porque llevaba todo el turno esperando al machote de los ojos
negros, pelo ondeado y de los que tienen esa sombra permanente de la barba que
tanto me gusta.
Lo
vi entrar por primera vez tres sábados atrás. Esa primera vez que vino solo caminó por la tienda y le echó
un vistazo la mercancía. Le pregunté si buscaba algo en particular, por aquello
de montarle conversación, y me contestó que solo estaba mirando. Luego de un
rato se marcho sin comprar nada. Al salir por la puerta me tiró una giñada y se
sonrió. Me fui flotando con esa sonrisa. Regrese a la tierra cuando el cliente que estaba
esperando para que le cobrara me preguntó si me pasaba algo.
El
segundo sábado me saludo al llegar. Luego de dar vueltas por la tienda juntó
algunos artículos. Después vino a la registradora a pagar. Llevaba una caja de
condones large, lubricante, unos
aceites de aromas y unos polvos de Kama Sutra. Las rodillas me temblaban. Le
cobré la mercancía y le di un descuentito. Me pregunté con quien usaría todo
eso. Le comenté que no lo había visto por allí anteriormente y me contestó que
se acababa de mudar hacía pocas semanas. Me preguntó cuál era el horario de la
tienda, de mi turno y cuando era la hora en que menos personas venían. Me tenía
tonto con sus ojos y sus labios. Me hablaba muy sensual y yo sentía que me
estaba coqueteando.
El
siguiente sábado llegó como a la media noche. Estaba solo en la tienda y vino
directo a saludarme. Me estrechó la mano firmemente y yo casi eyaculo. Le miré
los dedos y pensé en los condones large
que había comprado la semana anterior. Llegaron unos clientes y él se fue a
mirar las cosas por la tienda. Cuando la tienda volvió a vaciarse se acerco con
una mercancía y la puso sobre el mostrador. Comencé a cobrarle y algunos
artículos me dejaron confundido. Me pagó y mientras empacaba su otra caja de
condones miraba extrañado unos pantis de seda y unas medias de liguillas con
encajes que había comprado. Mi corazón se paró al darme cuenta que este machote
compraba estas cosas para alguna chica con suerte. Pensé rápidamente sobre mi
mala estrella de no poder conseguir un tipo así de masculino y sensual. No sé
si fue por mi cara de confusión pero él me dijo algo que no le entendí. Como
soy medio sordo acerqué mi cara pidiéndole que me repitiera nuevamente lo que
me dijo. Por desgracia me pegó su boca a mi oído malo y lo repitió. A la misma vez que se me remeneó
el cuerpo por dentro y me dio una cosa mala. No sé si fue por el roce de su
barba en mi piel o el olor de su colonia mexclada con sudor que le entendí un carajo.
Al verle su sonrisa picara no me atreví a preguntarle de nuevo. Tomo su paquete
y en la puerta me preguntó si estábamos para el próximo sábado. Asentí con la
cabeza sin saber a que me comprometía.
Ya
el próximo sábado estaba terminando y y estaba seguro que no me enteraría de a que
había quedado. Las twinkas llegaron
con dos películas de otras twinkas para
rentarlas. Les llené la tarjeta de alquiler, pagaron y se marcharon. Ya solo
quedaba la chica en la tienda y cinco minutos para salir. Fui a cerrar la
puerta para que no entrara nadie a última hora. De regreso a la caja me
esperaba la chica. Al acercarme me doy cuenta que es una mujer, aunque elegante, algo hombruna. Me
agarra por los hombros y me besa fuertemente. Su lengua intenta meterse en mi
boca. Logro despegarme y le advierto que a mí lo que me gustan son los hombres.
La mujer se sonríe y me parece algo conocida. Entonces se levanta su falda
negra de tubo y me enseña unos pantis de seda y unas medias de liguillas con
encajes muy familiares.
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