viernes, 26 de octubre de 2012

Trinchera

Para: Intertextuales por invitación
Noveno tema: El amor en tiempos de guerra
Autor: Peter M. Shepard-Rivas





Trinchera

sábado, 18 de mayo de 1968
            Mi amor, espero que todo esté bien allá en casa. En este momento estoy aquí pensando en ustedes. Aquí todo es la misma mierda. Otro día más escribiendo como te prometí. La humedad de la selva es insoportable. Cuando estamos en el campamento nos pasamos en camisillas y calzoncillos para poder sobrevivir el calor. Hoy llevo cinco días en una expedición de reconocimiento. Ahora estoy en una trinchera, sucio, sin bañarme, apestoso, bajo un poncho de plástico que hemos colocado como carpa para taparnos de la lluvia y condenados con los insectos. Lo espeso de la selva casi no nos permite sentir o ver el sol. Esto es como 500 veces el Yunque. La fatiga y las botas mojadas y pesadas nos mantienen con frio y arrugados. Los días se mezclan y solo con estas notas en esta pequeña libreta puedo diferenciar en algo uno del otro y de mantener mi mente sana.
             Nos hemos divididos en grupos evadiendo los soldados del Vietcong. A los desgraciados les gusta luchar muy cerca de nosotros dentro esta inmunda selva. Lo bueno es que estos infelices no permanecen mucho tiempo en el mismo sitio, sobre todo cuando encuentran resistencia.
            Aquí estoy con un gringuito de Omaha que ha tratado de explicarme como 100 veces donde es eso. Aunque no nos entendemos mucho, con mi inglés goleta nos hemos hecho buenos amigos. Créeme que si no fuera por la amistad que se da aquí entre nosotros uno se volvería loco. Siempre estamos juntos y nos velamos uno al otro. Así uno no se siente tan solo. No sabes la necesidad que tengo de tenerte entre mis brazos. Con el paso del tiempo la necesidad de sentir el calor de otro cuerpo se hace insoportable. Lo otro que me hace falta es un buen plato de arroz y habichuelas y un buen bistec encebollado, con unos tostoncitos bien tostaditos. Aquí en la selva lo que comemos es una comida seca y desabrida.
            La lluvia parece que paró así que ya mismo nos asomaremos a ver que hay en el área. Seguiré escribiendo luego. Espero que pueda compartir contigo esto algún día. Recuerda siempre que no importa qué pase en este infierno, te amo.
           
            El soldado cerró su libretita sucia y estrujada. La guardo en el bolsillo de su fatiga junto con el tuco de lápiz que utiliza para escribir. Inhaló lo último que le quedaba de la changa que fumaba. Miró hacia abajo. Observó la cabeza rubia, en necesidad de un buen recorte y afeitada, recostada de su falda. Con ternura le removió un mechón de pelo que le caía sobre sus ojos verdes que le miraban fijamente, suspiró y le sonrió.   


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