jueves, 19 de enero de 2012

Evaluación de Satisfacción del Cliente

Regla #5: Escribir sobre aniversarios que no se celebran
Quinta entrega (4ta para mí) del Virus Macacoico.


            El lugar era como una súper estación de trenes o el aeropuerto más grande que jamás había visto. La amplitud del lugar, la iluminación y la temperatura creaban un ambiente agradable. Fácilmente había miles de personas en ese espacio, pero no había caos. Las conversaciones sonaban como débiles murmullos y las personas parecían estar totalmente relajadas. La fila en la que se encontraba se movía rápidamente. Cada fila terminaba en una estación donde se encontraba algo así como un agente que repartía documentos y daba instrucciones. Imanol legó al principio de la fila.
 

            —Bienvenido— le dice el agente, entregándole un paquete de papeles. —El documento superior es una guía e instrucciones del proceso. El segundo es un cuestionario que debe llenar y entregar antes de dirigirse a su transporte.
 

            — ¿Un cuestionario? — pregunta Imanol intrigado.
 

             Sí, es una evaluación de satisfacción de nuestros clientes, estamos comprometidos en que todos hayan logrado la mejor experiencia posible. En el próximo salón encontrará un área cómoda para poder completar el cuestionario. También hay refrigerios. Puede tomarse todo el tiempo que necesite, siempre hay transporte disponible.
 

            Imanol se dirigió al salón continuo, tomó una bebida y se sentó a llenar el dichoso documento sin mucho ánimo. En ese momento lo más que deseaba era llegar a su destino final. Lo hojeo por encima y se horrorizó de lo largo que era. Respiró profundo. El cuestionario comenzaba con preguntas sobre su niñez, como fue creciendo, sobre su familia, luego su adolescencia. Pareciera incluir preguntas sobre todas sus experiencias. No dejaba nada fuera; años de escuela superior, universidad, hasta de su vida profesional. A medida que respondía las preguntas los recuerdos fueron brotando y la cara se le iluminaba de sonrisas y tímidas carcajadas. La molestia inicial de tener que llenar el cuestionario fue dando paso a las añoranzas y satisfacción. Con cada pensamiento las páginas se iban llenado fácilmente plasmando sus vivencias. Por pequeños momentos la nostalgia le trajo lágrimas a los ojos, pero aún en los instantes tristes se sintió satisfecho. Entonces llegó a la parte donde le preguntaban sobre sus amores.
 

            Repasar  los encuentros fútiles fue sencillo. Algunas grandes pasiones y poco compromiso. Otros, sexo caliente y nombres olvidados. Entonces llegaron los 5 recuerdos de las promesas de amor eterno. Aquellos que se piensan que serán para siempre. Imanol comenzó cavilando en el amor naive, ese, el primero, el que nunca se olvida. Se piensa que es lo máximo pero muy pocas veces se logran los años de promesa que tanto se juran. Luego meditó en el amor en el que le prometieron la luna y en el cual se empeñó en pisotear todo lo hermoso de la oferta comportándose como un imbécil.  Recordó como le restregó esa promesa de amor eterno y aquel que tanto lo amó se marchó cabizbajo con la mirada llena de desilusión y arrepentimiento. El tercer recuerdo lo nubla el coraje. Quien concibió el dicho de lo que aquí se hace, aquí se paga, lo creó basado en esta su gran decepción. En este intento lo dio todo y recibió solo maltrato, golpes, insultos y cuernos. Esa vez fue a Imanol a quien le tocó hacer la retirada dolorosa de un amor tan destructivo. Y como no iba a recordar el amor que nació  por sus aventuras en el mundo y que estuvo destinado desde el principio a intentar sobrevivir la distancia geográfica de donde vivían los enamorados. Sobrevivir también las barreras que imponen los países al amor y al tránsito libre de las culturas. Amor que la distancia lo hace más romántico y los encuentros esporádicos le dan un aire de excitación y morbo. Un amor con muchos planes pero destinado a morir. El alejamiento fue lento y plagado por el tedio. Entonces reflexionó en su quinto amor, el más sólido. Ese que nació, no perfecto, pero sostenible, alimentándose de las experiencias vividas. Sin mucho bombo y platillo ese amor se mete por las venas y sin que hayan grandes promesas se intuye que será para siempre. Ese amor llegó con nombre, Arturo. Y se acompañaron a través del tiempo, recibiendo la vejez entre caricias y abrazos.
 

            En el espacio para escribir qué había aprendido del amor, escribió con convencimiento y conocimiento, que en la vida se nos engaña cuando nos dicen que hay solo un gran amor, o solo una persona para uno en el mundo. La vida te trae y te lleva amores, con todos se es feliz en algún momento, no todos perduran y si se tiene suerte uno nos acompañará el resto de nuestros días. Pasó la última página y agotado ya por la nostalgia y los recuerdos se dirigió a su puerta de salida. Le entregó el documento al agente encargado del embarque.
 

             — ¿Listo para el abordaje? — le preguntó.
 

            — Tan listo como podría estarlo— respondió Imanol.
 

            — Le faltó llenar esta sección del cuestionario — le dijo luego de hojearlo. — ¿Hay algo que haya dejado pendiente que nosotros podamos hacer por usted? Nuestro lema es satisfacción garantizada.
 

            Imanol asintiendo con la cabeza le escribió una última solicitud y mientras el agente la leía se dirigió a su transporte. La escotilla se cerró tras de sí y se sentó en la única silla que había en la cabina. Desde el mostrador el agente se aseguró que la puerta estuviera herméticamente sellada y presionó el botón que decía anular.
 

            En ese momento Arturo se despertó de un sueño intranquilo y sorprendido notó que la gaveta de la mesa de noche de Imanol estaba abierta. Desconcertado se levantó para cerrarla y cuando se acercó percibió un rápido destello en el fondo del cajón. Intrigado rebuscó y encontró un sobre que nunca había visto. Vio que tenía su nombre y reconoció la letra de su amado. Lo abrió. Leyó con voz entrecortada el mensaje de la tarjeta.
 

            — Para mi amor, en nuestro aniversario.



Cuento corto
Escrito para el emborujo de "Contagiados por el virus" una serie de trabajos creativos inspirados en las reglas / ejercicios del libro "La Macacoa, vivirse la creación literaria", de la reconocida escritora Yolanda Arroyo Pizarro.

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